Durante muchos días me sentaba en lo mas alto de la grada del Gran salón de subastas. Nunca me acostumbrare a que gentes de todas las castas de aparte de mi haciendo camino, pero es lo que hacen ante un señor de la guerra.
Como tantos días miraba las muchachas recién llegadas de la tierra. A la mayoría las vestían con trajes de esclava y les cubrían los ojos, siempre di por echo que era para que no se aterrorizaran con la visión de un millar de hombres. Muchas bailaban sensualmente a sabiendas de que así serian elegidas pronto y no tendrían que ser castigadas por los crueles traficantes de esclavas.
Hoy es diferente a tantos días . Hoy hay alguien especial que me ha echo acercarme a la tarima y observarla de cerca. Es una mujer joven con los ojos vendados, vestida con lo que parece una camiseta echa vestido de esclava, esta inmóvil, temblando en el centro de la tarima, nadie ofrece ni una moneda de cobre por ella. Las chicas van desapareciendo al ser compradas y ella queda. Cuando quedan unas tres chicas aparte de ella alguien ofrece cinco monedas riéndose.
-Seis monedas por la mujer asustada- grito un comerciante
-Siete!!- grito un escriba
-Ocho!! – volvió a gritar el gordo comerciante.
Silencio… mientras retiran las otras dos poco agraciadas chicas me fijo mejor en esa asustada mujer.
- Ocho a la una… ocho a las dos ….-
Levante mi mano y con voz calmada dije:
- Mil monedas de oro…-
El mercader soltó una sonora risa que resonó en todo el salón. Ignorándole subí a la tarima y tirando una bolsa de monedas a los pies del traficante cogí a la temblorosa mujer. Comprobé mis sospechas al ver sus pies desnudos. Corte las cuerdas que unían sus manos y la cogí por la cintura atrayéndola a mi
- Te encontré dina…- susurre a su oído.
Sentí como si una corriente eléctrica la recorriera todo el cuerpo y al levantarla pegada a mi ella me rodeo con sus piernas y brazos, pegada a mi , cogida a mi cuello como si fuera su única salvación tome el camino de la salida entre miradas de temor y odio de los presentes. Jamás los respete y lo saben, pero me temen, todos temen a Thorm.
Mientras caminaba con ella en brazos notaba su calor, ya no temblaba ,y aunque seguía sin verme tenia fe en quien era yo, su respiración era entrecortada, su cuerpo se aferraba a mi intentando sentir toda la firmeza y decisión que yo sentía.
-Mano….? susurro-
-Aquí no dulce dina- la interrumpí.
Llegamos a mi casa y la entregue a las esclavas de servicio.
- Preparadla para mi …-
La bañaron en una gran bañera con sales perfumadas, la ungieron con aceites para cuidar su piel desnuda, la vistieron con seda negra como yo ordene.
Cuando la tenían preparada la llevaron a mi estancia, un gran dormitorio circular del que en el centro pendía una cadena con una argolla, la encadenaron con los brazos en alto y la dejaron sola.
Aparecí a los pocos minutos y me puse enfrente de ella.
-Te encontré …-
Las lagrimas recorrían sus mejillas y morían en su sonrisa.
- Siempre supe que lo harías Mi señor.-
Acalle su voz con un dulce beso, un beso para compensar todos los que no le había dado y deseado hacerlo. Mis manos recorrían su cuerpo por encima de la seda. Ella gemía palabras, suplicas. Suplicaba que la hiciera mía, se ofrecía en cuerpo y alma y yo lo estaba aceptando con mis besos y caricias.
Sonriendo la azote con mi mano en sus nalgas y ella me correspondió con con su mirada de deseo y la sonrisa picara. Un segundo azote y se estremeció, jadeó levemente.
- Dos Mi Señor…- me sorprendió diciendo.
- Tres Mi Señor …-
-Cuatro MI …-
-Cinco…-
Sus palabras apenas audibles eran jadeos y gemidos del placer de sentirse mía. Sus nalgas enrojecidas asomaban debajo del corto vestido de seda y arrodillándome no pude mas que besar las marcas dejadas por mi mano, mis besos se convirtieron en mordiscos y mi lengua recorría su mas intima piel.
Sus piernas se entreabrían y sus nalgas se curvaron ofreciéndose totalmente. Mis manos la recorrían el vientre hasta que llegaron a su sexo ya húmedo. Sus jadeos eran mas fuertes y sus gemidos estallaban en mi cabeza provocándome una sublime excitación. Mis manos acariciaron su sexo con dulzura y ella gemía mi nombre; mi lengua buscaba en sus rincones el placer tan deseado.Su cuerpo temblaba de placer y emociones, gemía ,se retorcía, intentaba soltarse para acariciar a su señor, pero yo no la soltaría aun, tenia que disfrutar de mi dulce dina.
Su sexo en mi boca era mi mayor placer, lamia ,succionaba, mordisqueaba. Mis manos en sus nalgas la atraían a mi y sus piernas descansaron en mis hombros, así colgada, indefensa ante mis manos y boca gemía y gritaba de placer hasta que estallo en un ansiado orgasmo, su miel inundaba mi boca y yo saciaba mi eterna sed de ella. Gemía , gritaba, temblaban sus pechos y sus piernas se cerraban para que yo no parase de alimentarme de su placer.
Un desgarrador grito me confirmo su segundo y mas brutal orgasmo. Sus piernas se relajaron, sus muslos temblaron ante mi boca sus gritos fueron gemidos y sus gemidos jadeos. Note como su cuerpo se dejaba vencer y se relajaba, sus ojos se cerraban, el sudor corría por sus pechos.
La desate y la lleve en brazos inmensa cama, la tumbe encima de los pétalos de rosa y la bese durante horas cada milímetro de su ser, el ser mas maravilloso que jamás había visto.
Ella dormía, descansaba con paz, yo la acariciaba susurrándole lo que la amaba recordándole unas frases…"Un hombre solo puede amar de verdad a la mujer q de verdad le pertenece. De otra forma, él no es más q la parte de un contrato""Una mujer solo puede amar de verdad al hombre al q pertenece realmente".
Ella susurro…
Te pertenezco amor mío, mi Señor.
te amo tanto!!
Precioso... intenso y profundo como Usted, Señor.
ResponderEliminarLe felicito: le dije una vez que cuando me sintiera orgullosa de Usted de lo haría saber, igual que si tenía que decirle que algo había hecho mal y no era correcto.
Hoy me siento orgullosa de Usted.